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Soy

Roberto Cofresí Hopgood en la playa

   Soy un reguero de genes combinado con experiencias a lo loco, mezcladas con ideas estrambóticas, esotéricas y un poco radicales. Soy una búsqueda constante, entre imaginaciones, aventuras, conversaciones y amores. Veo al mundo por un caleidoscopio y me acompaña una banda sonora que a veces suena a azúcar con miel, a veces a una locomotora rayando a mil contra una pared de granito. Mi vida huele a tierra, a arroz con habichuelas, a aceite de motor, a mar y sargazo, a mantequilla de maní, a flores silvestres y yerbas del camino, a cigarrillos y ron, a sudor y pintura, a caramelo y chocolate. He vivido mi vida en bares de mala muerte, en salas de cine de barrio, en azoteas calientes y callejones oscuros, tanto como en playas deslumbrantes, montañas alucinantes y desiertos infinitos. Y también he vivido en abrazos sudorosos con besos pegajosos y en una media nube de mi propia manufactura.

   Vivo al borde de lo posible y me expreso a través de palabras que tratan de definir, atrapar y delinear una realidad que brinca, salta, pelea y se escurre por entre los espacios entre las letras.

   Algo así.

   Imagínatelo y en tu imaginación me aparezco como un intento, porque de eso se trata, de intentarlo, de intentar estirar mi brazo y abrir mi mano y tal vez tú la agarras aunque solo sea un manojo de palabras, y nos estrechamos las manos y hay un hola ¿Cómo estás? y te hago un par de cuentos y te me cuentas algo también y tal vez nos podemos acercar un poquito, y poquito a poquito, tal vez llegamos al abrazo y tal vez al amor.

 

   Crecí en la Calle Gertrudis, Barrio Machuchal, Santurce, Puerto Rico. A temprana edad me tire por el mundo a explorar, a rebuscar, a aprender. En callejones, casas abandonadas, la calle Loíza, el cine Grand. Fui corriendo, en ejkei, en mi bici burrita, en la numero dos de la AMA, en el Datsun 210 color caca de bebe de mi abuela. Fui buscando playas y cascadas por toda la isla con mis panas, por el caribe con mi abuelo, sembré un árbol de anacagüita y crecí con ella como

hermanos, viajé por Europa con mi mamá. Luego, solo en un avión con mi guitarra, fui a Texas a la universidad. De ahí explore la expansión que me rodeaba. California, Nuevo México, Arizona, Nueva Orleans, Oklahoma, Colorado, Chicago, Florida. Cantando lo que pudiera.

   Después en camiones, autobuses, trenes, en pon, por todo México desde Baja hasta Oaxaca. Donde pudiera ir, yo iba. Con amigos, con amores, con bandas, durmiendo en casetas, en desiertos, en montañas, en pisos y hoteles de dudosas reputaciones.   

   En todas partes encontré una mano amiga y una cerveza fría.   

   Entre tanta búsqueda, conocí al amor de mi vida y juntos nos fuimos en una van Volkswagen hasta Nueva York a ver si era verdad todo lo que decían.

   Encontramos un Nueva York lleno de luces y sombras, fiestas y comidas, parques y luchas. Después, 9/11, la supuesta invencibilidad del imperio desbaratándose en vivo y en todo horror. Máscaras de gas en los subterráneos, buzos en los túneles, terror en las miradas.

   Al carajo.

   Rentamos una van y nos fuimos a Carolina del Norte, donde encontramos la tierra de los jíbaros gringos, donde se come lechón en la vara y se tocan mandolinas como si fueran cuatros. Lleno de montañas verdes y ríos caudalosos, encontré una cierta familiaridad. Nos recibieron con brazos abiertos como si estuviéramos en Guadalajara o Boquerón.

   Unos años después, un negocito, una casa, una hija, un jardín.

   Y después de mucha música, las canciones dieron paso a la narración.

   Y a la crianza, que es a la vez un tipo de canción y narración que se manifiesta en la vida de los hijos.

   Y a respirar profundo y dormir siestas.

   Y a caminar por el bosque escuchando a los pájaros.

   Y a sembrar pepinos y manzanas y zarzamoras y batatas y lechugas y todo lo que pueda ofrecer el jardín.

   Y cada vez son más los ángeles o espíritus o lo que tú los quieras llamar, con los que hablo. Bisabuelos, abuelos, tío-abuelos, primos, amigos, me acompañan y me cuentan cosas del pasado que tal vez nunca pasaron y me cuentan cosas del futuro que tal vez nunca pasaran.

   Y sigo buscando:

   A los que bailan con una pierna.

   A los payasos que lloran.

   A los borrachos que salvan vidas.

   A los ladrones que regalan lo que roban.

   Busco el color de la oscuridad cuando se topa con la luz. Un color que no es ni blanco ni azul, es como el color del cielo cuando llueve mientras brilla el sol.

   Y a veces toco una canción en do menor.

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